Heath's Modern Language Series: Spanish Short Stories Part 21

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Enfrente de la habitacion en que escribo estas lineas hay un casucho de miserable aspecto. Este casucho tiene tres pisos. El primero se adivina por tres angostisimas ventanas abiertas a la calle. Nunca he podido conocer los seres que viven en el. El segundo tiene un desmantelado balcon que se extiende por todo el ancho de la fachada. El tercero le componen dos buhardillones independientes entre si. En el de mi derecha vive, digo mal, vivia hace pocos dias, un matrimonio, joven aun, con algunos hijos de corta edad. El marido era bizco, de escasa talla, cetrino, de ruda y alborotada cabellera; gastaba ordinariamente una elastica verde remendada y unos pantalones pardos, rigidos, indomables ya por los remiendos y la mugre. Llamabanle de mote el _Tuerto_. La mujer no es bizca como su marido, ni morena; pero tiene los cabellos tan cerdosos como el, y una rubicundez en la cara, entre bermellon y chocolate, que no hay quien la resista.{163-2} Gasta saya de bayeta anaranjada, jubon de estamena parda y panuelo blanco a la cabeza. Los chiquillos no tienen fisonomia propia, pues como no se lavan, segun es el tizne con que primero se ensucian, asi es la cara con que yo los veo.

En cuanto a traje, tampoco se le conozco determinado, pues en verano andan en cueros vivos, o se disputan una desgarrada camisa que a cada hora cambia de poseedor. En invierno se las arreglan, de un modo a.n.a.logo, con las ropas de desperdicio del padre, con un refajo de la madre, o con la manta de la cama.

El Tuerto era pescador, su mujer es sardinera, y los ninos... viven de milagro.

En la otra buhardilla habita solo otro marinero, sesenton, de complexion herculea, y un tanto encorvado por los anos y las borrascas del mar. Usa un gorro colorado en la cabeza y un vestido casi igual al de su vecino el Tuerto. Tiene las grenas, las patillas y las cejas canas. No se de cierto como tiene la cara, porque es hombre que la da raras veces, y no he podido versela a mi gusto. Se llama de nombre tio Miguel; pero responde a todo el mundo por el mote de _Tremontorio_, corruptela de _promontorio_, mote que le dieron en su juventud por su gigantea corpulencia y por su vigor para tirar del remo contra corrientes y celliscas. a la edad que cuenta, lleva hechas dos campanas _de rey_; es decir, le ha tocado la suerte de servir en barco de guerra, dos veces, a cuatro anos cada una. La ultima campana la hizo en la _Ferrolana_, y con esta fragata dio la vuelta al mundo, con el cual viaje acabo de conquistar el prestigio que le iban dando entre sus companeros sus muchos conocimientos como marinero, su valor, su buen corazon... y sus ferreos punos. Se conserva soltero, porque entre su lancha, sus campanas y sus redes, que teje con mucho primor, nunca le quedo un cuarto de hora libre para buscar una companera.

Por ultimo, en el cuarto segundo habita un matrimonio contemporaneo del tio Miguel; y si no tan robustos como este, los dos conyuges estan aun mas desalinados que el, y tan canos, tan curtidos y arrugados. De este matrimonio nacio el Tuerto de la buhardilla, quien al lado de su padre aprendio a tirar del remo, a aparejar serena, a ser, en fin, un buen pescador. El padre del Tuerto, tio _Bolina_ llamado, porque siempre al andar se ladeo de la derecha, sigue, a pesar de sus anos, bregando con la mar, como el tio Tremontorio; y no por aficion a ella, como diria muy serio un poeta del rinon de Castilla o de la Mancha,{165-1} acostumbrado a mandar las maniobras y a conjurar tormentas desde un escenario, o en el estanque del Retiro, sino porque viven de lo que pescan, y solo pescan para vivir exponiendo la vida cien veces al ano en el indomito mar de Cantabria, sobre una fragil lancha.



Dados estos pormenores, debo decir al lector, por si se ha sorprendido al verme tan enterado de ellos, que ni yo los he buscado ni los personajes descritos han venido a traermelos: ellos, solitos, se han colado por la puerta de mi balcon, de la manera mas sencilla.

La aludida casa esta separada de la en que escribo por la calle, que no es muy ancha; y mis vecinos, lo mismo en invierno que en verano, saldan todas sus cuentas y ventilan los asuntos mas graves, de balcon a balcon.

Por ejemplo:

Se acerca un dia la hora de comer. En la buhardilla del Tuerto se oyen gritos y porrazos de su mujer, y lloros y disculpas de los chiquillos que los reciben.

No se ve la escena, porque lo impide el humo de la cocina que sale a borbotones por el balconcillo, conductor unico que para el hay en la casa.

La mujer del tio Bolina esta clavando unas _rabas_ de pulpo en la pared de su balcon, para que se oreen. Su nuera aparece en el suyo, mas desalinada que nunca, con la cara roja como un pimiento seco y con la crin suelta, en medio de una espesisima nube de humo, aparicion verdaderamente infernal!; saca medio cuerpo fuera de la balaustrada, y con voz ronca y destemplada grita, mirando al piso segundo:

--Tia!...

Debo advertir que este es el tratamiento que se da, entre la gente del pueblo de este pais, por los yernos y nueras, a las suegras.

La vieja del segundo piso, sin dejar de clavar las rabas, al conocer la voz de su nuera, contesta de muy mala gana:

--Que se te pudre?{166-1}

--Tiene un grano de sal para freir unas _bogas_?

--No tengo sal.

--Salu{166-2} es lo que no habia de tener uste,--refunfuna la mujer del Tuerto.

--Verguenza es lo que a ti te falta,--grune, al oirlo, la vieja.--Y sabete que tengo sal, pero que no te la quiero dar.

--Ya me lo figuro, porque siempre fue uste lo mismo.

--Por eso te he quitao el hambre mas de cuatro veces, ingratona,{166-3} desalmada!

--Lo que uste me esta quitando todos los dias es el credito, chismosona, mas que chismosa!; y si no fuera por dar al diablo que reir, ya la habia arrastrao por las escaleras abajo.

--Capaz seras de hacerlo bribonaza!; que la que no quiere a sus hijos, mal puede respetar las canas de los viejos.

--Que no quiero yo a mis hijos?... Que no los quiero?--ruge la de la buhardilla, puesta en jarras y echando llamas por los ojos.--Quien sera capaz de hacerlo bueno?

--Yo--replica con mucha calma la vieja;--yo que los he recogido muchas veces en mi casa, porque tu los dejas desnudos y abandonaos en la calle cuando te vas a hacer de las tuyas de taberna en taberna... borrachona!

--Impostora... bruja!--grita al oir estas palabras, descompuesta y febril, la mujer del Tuerto.--Yo borracha? Cuantas veces me ha levantado uste del suelo, desolladora? Y aunque fuera verda, a mi costa lo seria: a denguno le importa lo que yo hago en mi casa.

--Me importa a mi, que veo lo que suda el mi hijo{167-1} pa ganar un peazo de pan que tu vendes por una botella de aguardiente, en lugar de partirle con tus hijos. Por eso los probes angelucos{167-2} no tienen cama en que dormir, ni lumbre con que calenta.r.s.e, ni camisa que poner;{167-3} por eso no tienes tu un grano de sal y me la vienes a pedir a mi... Compralo, viciosona!... Pero vienes tu de mala casta para que seas buena.

--Mi casta es mejor que la de uste, por todos cuatro costaos. Y yo en mi casa me estaba. el fue a buscarme.

--Nunca el hubiera ido... bien se lo dije yo: Mira que esa es _callealtera_, y no puede ser buena!

--Los de la calle Alta tienen la cara muy limpia, y se la pueden ensenar a todo el mundo... algo mejor que los de aca abajo... flojones, mas que flojones! que se han dejao ganar tres regatas de seguido por los callealteros... esa es la rescoldera que a uste le pica; pero por mas pedriques que echen en Miranda y mas velas que pongan a los _Martiles_,{168-1} san Pedruco el nuestro los ha de echar a pique.

--San Pedro no puede amparar nunca a gente tan desalmada como tu; y si se perdieron las regatas, Dios sabe por que fue.

--Por falta de punos, pa que uste lo sepa.

--Grita, grita mas alto; que te lo oiga el tu marido que por alla abajo asoma, y mira despues onde te metes.

--Yo digo la verda aunque sea delante del mi marido,--replica la de la buhardilla, mirando de reojo a una esquina de la calle y bajando la voz asi que ve al Tuerto.

La vieja del segundo clava la ultima raba, y sin mirar hacia su nuera, vase retirando del balcon dejando fuera estas palabras:

--Anda, anda a prepararle la comida, borrachona!

La aludida en ellas desaparece tambien, metiendose furibunda por lo mas espeso de la columna de humo que sigue saliendo de la cocina, despues de haber despedido a su suegra con estos piropos:

--Bruja, brujona!... vaya a discurrir los cuentos que le ha de decir al mi marido... chismosa, infamadora!

Antes de pasar mas adelante, debe saber el lector que, desde tiempo inmemorial, existe entre los mareantes de la calle Alta y los de la del Mar, barrios diametralmente opuestos de Santander, una antipatia inextinguible.

Cada barrio forma cabildo aparte, y no han querido para los dos un mismo patrono. San Pedro lo es de la calle Alta, o _Cabildo de Arriba_, y la calle del Mar, o _Cabildo de Abajo_, esta encomendado al amparo de los santos martires Emeterio y Celedonio,{168-2} a cuyas gloriosas cabezas, de las que se cuenta que llegaron milagrosamente a este puerto en un barco de piedra, ha dedicado, construyendola a sus expensas, una bonita capilla en el barrio de Miranda, dominando una gran extension de mar.

Con estos datos no se extranara ya que mis dos vecinas, despues de apostrofa.r.s.e reciprocamente, como lo hacen en la primera parte del dialogo transcrito, puedan hallar ofensivo a su dignidad el ser callealteras o el dejar de serlo.

Y prosigamos.

Llega a su casa el Tuerto. (Y adviertase que el humo se va disipando, y no impide ya que yo vea la escena, con todos sus pormenores.) Quitase el _sueste_, o sombrero embreado, de la cabeza; coloca sobre un arcon viejo el impermeable de lona que llevaba al hombro, y cuelga de un clavo un cesto cubierto con hule y lleno de aparejos de pescar. Su mujer desocupa en una tartera desportillada un potaje de berzas y alubias, mal cocido y peor sazonado; ponelo sobre el arcon, y junto a el un gran pedazo de pan de municion. El Tuerto, sin decir una sola palabra, despues que sus hijos han rodeado la tartera, empieza a comer el potaje con una cuchara de estano. Su mujer y los chicuelos le acompanan, por turno, con otra de palo. Concluyese el potaje. El Tuerto espera algo que no acaba de llegar; mira a la tartera, despues al fondo de la olla vacia, y, por ultimo, a su mujer. esta palidece.

--onde esta la carne?--pregunta, al cabo, con voz ronca el pescador.

--La carne...--tartamudea su mujer,--como ya estaba cerrada la tabla cuando fui a buscarla, no la traje.

--Mentira!... Yo te di ayer al mediodia dos reales y medio{170-1} para comprarla, y la tabla no se cierra hasta las cuatro. onde tienes el dinero?...

--El dinero?... el dinero... en la faltriquera.

--Bribona, tu la{170-2} has hecho hoy... y yo te voy a abrir en ca.n.a.l!--grita exasperado el Tuerto al notar la turbacion, cada vez mas visible, de su mujer.--a ver el dinero, digo, p.r.o.nto!

La interpelada saca, temblando, unos cuartos de su faltriquera, y sin abrir toda la mano, se los ensena a su marido.

--esos no son mas que ocho cuartos... y yo te deje veintiuno!... onde estan los otros?...

Heath's Modern Language Series: Spanish Short Stories Part 21

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Heath's Modern Language Series: Spanish Short Stories Part 21 summary

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