Heath's Modern Language Series: Spanish Short Stories Part 10
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--Y si otro da mas?
--Y quien ha de ser ese? Somos acaso bandidos? Todo el pueblo sabe quien es el verdadero amo de la barca abandonada, y nadie tiene tan mal corazon que intente perjudicarle. Aqui hay mucha honradez. a cada uno lo que sea suyo:{60-2} el mar, que es de Dios, para nosotros los pobres, que hemos de sacar el pan de el, aunque no quiera el gobierno.
LA MULA Y EL BUEY
_(Cuento de Navidad)_
POR DON BENITO PeREZ GALDoS{61-1}
I
Ceso de queja.r.s.e la pobrecita; movio la cabeza, fijando los tristes ojos en las personas que rodeaban su lecho; extinguiose poco a poco su aliento, y expiro. El angel de la Guarda, dando un suspiro, alzo el vuelo y se fue.
La infeliz madre no creia tanta desventura; pero el lindisimo rostro de Celinina se fue poniendo{61-2} amarillo y diafano como cera; enfriaronse sus miembros, y quedo rigida y dura como el cuerpo de una muneca.
Entonces llevaron fuera de la alcoba a la madre, al padre y a los mas inmediatos parientes, y dos o tres amigas y las criadas se ocuparon en c.u.mplir el ultimo deber con la pobre nina muerta.
La vistieron con riquisimo traje de batista, la falda blanca y ligera como una nube, toda llena de encajes y rizos que la asemejaban a espuma.
Pusieronle los zapatos, blancos tambien y apenas ligeramente gastada la suela, senal de haber dado pocos pasos, y despues tejieron, con sus admirables cabellos de color castano obscuro, graciosas trenzas enlazadas con cintas azules. Buscaron flores naturales; mas no hallandolas, por ser tan impropia de ellas la estacion, tejieron una linda corona con flores de tela, escogiendo las mas bonitas y las que mas se parecian a verdaderas rosas frescas traidas del jardin.
Un hombre antipatico trajo una caja algo mayor que la de un violin, forrada de seda azul con galones de plata, y por dentro guarnecida de raso blanco. Colocaron dentro a Celinina, sosteniendo su cabeza en preciosa y blanda almohada, para que no estuviese en postura violenta, y despues que la acomodaron bien en su funebre lecho, cruzaron sus manecitas, atandolas con una cinta, y entre ellas pusieronle un ramo de rosas blancas, tan habilmente hechas por el artista, que parecian hijas del mismo Abril.
Luego las mujeres aquellas cubrieron de vistosos panos una mesa, arreglandola como un altar, y sobre ella fue colocada la caja. En breve tiempo armaron unos al modo de doseles de iglesia, con ricas cortinas blancas, que se recogian gallardamente a un lado y otro; trajeron de otras piezas cantidad de santos e imagenes, que ordenadamente distribuyeron sobre el altar, como formando la corte funeraria del angel difunto, y, sin perdida de tiempo, encendieron algunas docenas de luces en los grandes candelabros de la sala, los cuales, en torno a Celinina, derramaban tristisimas claridades. Despues de besar repetidas veces las heladas mejillas de la pobre nina, dieron por terminada su piadosa obra.
II
Alla, en lo mas hondo de la casa, sonaban gemidos de hombres y mujeres.
Era el triste lamentar de los padres, que no podian convencerse de la verdad del aforismo, _angelitos al cielo_,{62-1} que los amigos administran como calmante moral en tales trances. Los padres creian entonces que la verdadera y mas propia morada de los angelitos es la tierra; y tampoco podian admitir la teoria de que es mucho mas lamentable y desastrosa la muerte de los grandes que la de los pequenos.
Sentian, mezclada a su dolor, la profundisima lastima que inspira la agonia de un nino, y no comprendian que ninguna pena superase a aquella que destrozaba sus entranas.
Mil recuerdos e imagenes dolorosas les{63-1} herian, tomando forma de agudisimos punales que les traspasaban el corazon. La madre oia sin cesar la encantadora media lengua de Celinina, diciendo las cosas al reves, y haciendo de las palabras de nuestro idioma graciosas caricaturas filologicas que afluian de su linda boca como la musica mas tierna que puede conmover el corazon de una madre. Nada caracteriza a un nino como su estilo, aquel genuino modo de expresa.r.s.e y decirlo todo con cuatro letras, y aquella gramatica prehistorica, como los primeros vagidos de la palabra en los albores de la humanidad, y su sencillo arte de declinar y conjugar, que parece la rectificacion inocente de los idiomas regularizados por el uso. El vocabulario de un nino de tres anos, como Celinina, const.i.tuye el verdadero tesoro literario de las familias. Como habia de{63-2} olvidar la madre aquella lenguecita de trapo, que llamaba al sombrero _tumeyo_ y al garbanzo _babancho_?
Para colmo de afliccion, vio la buena senora por todas partes los objetos con que Celinina habia alborozado sus ultimos dias; y como estos eran los que preceden a Navidad, rodaban por el suelo pavos de barro con patas de alambre; un San Jose sin manos; un pesebre con el Nino Dios, semejante a una bolita de color de rosa; un Rey Mago montado en arrogante camello sin cabeza. Lo que habian padecido aquellas pobres figuras en los ultimos dias, arrastradas de aqui para alli, puestas en esta o en la otra forma, solo Dios, la mama y el purisimo espiritu que habia volado al cielo lo sabian.
Estaban las rotas esculturas impregnadas, digamoslo asi, del alma de Celinina, o vestidas, si se quiere,{64-1} de una singular claridad muy triste, que era la claridad de ella. La pobre madre, al mirarlas, temblaba toda, sintiendose herida en lo mas delicado y sensible de su intimo ser. Extrana alianza de las cosas! Como lloraban aquellos pedazos de barro! Llenos parecian de una afliccion intensa, y tan doloridos, que su vista sola producia tanta amargura como el espectaculo de la misma criatura moribunda, cuando miraba con suplicantes ojos a sus padres y les pedia que le quitasen aquel horrible dolor de su frente abrasada! La mas triste cosa del mundo era para la madre aquel pavo con patas de alambre clavadas en tablilla de barro, y que en sus frecuentes cambios de postura habia perdido el pico y el moco.
III
Pero si era aflictiva la situacion de espiritu de la madre, eralo{64-2} mucho mas la del padre. Aquella estaba traspasada de dolor; en este, el dolor se agravaba con un remordimiento agudisimo. Contaremos brevemente el peregrino caso, advirtiendo que esto quizas parecera en extremo pueril a algunos; pero a los que tal crean, les recordaremos que nada es tan ocasionado a puerilidades como un intimo y puro dolor, de esos en que no existe mezcla alguna de intereses de la tierra, ni el desconsuelo secundario del egoismo no satisfecho.
Desde que Celinina cayo enferma, sintio el afan de las poeticas fiestas que mas alegran a los ninos: las fiestas de Navidad. Ya se sabe con cuanta ansia desean la llegada de estos risuenos dias, y como les trastorna el febril anhelo de los regalitos, de los nacimientos, y las esperanzas del mucho comer{65-1} y del atraca.r.s.e de pavo, mazapan, peladillas y turron. Algunos se creen capaces, con la mayor ingenuidad, de embuchar en sus estomagos cuanto ostentan la Plaza Mayor y calles adyacentes.
Celinina, en sus ratos de mejoria, no dejaba de la boca el tema de la Pascua; y como sus primitos, que iban a acompanarla, eran de mas edad y sabian cuanto hay que saber en punto a regalos y nacimientos, se alborotaba mas la fantasia de la pobre nina oyendoles, y mas se encendian sus afanes de poseer golosinas y juguetes. Delirando, cuando la metia en su horno de martirios la fiebre,{65-2} no cesaba de nombrar lo que de tal modo ocupaba su espiritu, y todo era golpear tambores, taner zambombas, cantar villancicos. En la esfera tenebrosa que rodeaba su mente, no habia sino pavos haciendo _clau clau_; pollos que gritaban _pio pio_; montes de turron que llegaban al cielo formando un Guadarrama de almendras;{65-3} nacimientos llenos de luces y que tenian lo menos cincuenta mil millones de figuras; ramos de dulce; arboles cargados de cuantos juguetes puede idear la mas fecunda imaginacion tirolesa; el estanque del Retiro lleno de sopa de almendras; besugos que miraban a las cocineras con sus ojos cuajados; naranjas que llovian del cielo, cayendo en mas abundancia que las gotas de agua en dia de temporal, y otros mil prodigios que no tienen numero ni medida.
IV
El padre, por no tener mas chicos que Celinina, no cabia en si de inquieto y desasosegado. Sus negocios le llamaban fuera de la casa; pero muy a menudo entraba en ella para ver como iba la enfermita. El mal seguia su marcha con alternativas traidoras: unas veces dando esperanzas de remedio; otras quitandolas.
El buen hombre tenia presentimientos tristes. El lecho de Celinina, con la tierna persona agobiada en el por la fiebre y los dolores, no se apartaba de su imaginacion. Atento a lo que pudiera contribuir a regocijar el espiritu de la nina, todas las noches, cuando regresaba a la casa, le traia algun regalito de Pascua, variando siempre de objeto y especie, pero prescindiendo siempre de toda golosina. Trajole un dia una manada de pavos, tan al vivo hechos, que no les faltaba mas que graznar; otro dia saco de sus bolsillos la mitad de la Sacra Familia, y al siguiente a San Jose con el pesebre y portal de Belen. Despues vino con unas preciosas ovejas, a quien{66-1} conducian gallardos pastores, y luego se hizo acompanar de{66-2} unas lavanderas que lavaban, y de un choricero que vendia chorizos, y de un Rey Mago negro,{66-3} al cual sucedio otro de barba blanca y corona de oro. Por traer,{66-4} hasta trajo una vieja que daba azotes en cierta parte a un chico por no saber la leccion.
Conocedora Celinina,{66-5} por lo que charlaban sus primos, de todo lo necesario a la buena composicion de un nacimiento, conocio que aquella obra estaba incompleta por la falta de dos figuras muy princ.i.p.ales: la mula y el buey. Ella no sabia lo que significaban la tal mula ni el tal buey; pero atenta a que todas las cosas fuesen perfectas, reclamo una y otra vez del solicito padre el par de animales que se habia quedado en Santa Cruz{67-1}.
el prometio traerlos, y en su corazon hizo proposito firmisimo de no volver sin ambas bestias; pero aquel dia, que era el 23, los asuntos y quehaceres se le aumentaron de tal modo, que no tuvo un punto de reposo.
Ademas de esto, quiso el Cielo que se sacase la loteria,{67-2} que tuviera noticia de haber ganado un pleito, que dos amigos carinosos le embarazaran toda la manana... en fin, el padre entro en la casa sin la mula, pero tambien sin el buey.
Gran desconsuelo mostro Celinina al ver que no venian a completar su tesoro las dos unicas joyas que en el faltaban. El padre quiso al punto remediar su falta; mas la nena se habia agravado considerablemente durante el dia: vino el medico, y como sus palabras no eran tranquilizadoras, nadie penso en bueyes, mas tampoco en mulas.
El 24 resolvio el pobre senor no moverse de la casa. Celinina tuvo por breve rato un alivio tan patente, que todos concibieron esperanzas, y lleno de alegria, dijo el padre: Voy al punto a buscar eso.
Pero como cae rapidamente un ave herida al remontar el vuelo a lo mas alto, asi cayo Celinina en las honduras de una fiebre muy intensa. Se agitaba tremula y sofocada en los brazos ardientes de la enfermedad, que la constrenia sacudiendola para expulsar la vida. En la confusion de su delirio, y sobre el revuelto oleaje de su pensamiento, flotaba, como el unico objeto salvado de un cataclismo, la idea fija del deseo que no habia sido satisfecho; de aquella codiciada mula y de aquel suspirado buey, que aun proseguian en estado de esperanza.{68-1}
El papa salio medio loco, corrio por las calles; pero en mitad de una de ellas se detuvo y dijo: Quien piensa ahora en figuras de nacimiento?
Y corriendo de aqui para alli, subio escaleras, y toco campanillas, y abrio puertas sin reposar un instante, hasta que hubo juntado siete u ocho medicos, y les llevo a su casa. Era preciso salvar a Celinina.
V
Pero Dios no quiso que los siete u ocho (pues la cifra no se sabe a punto fijo) alumnos de Esculapio contraviniesen la sentencia que el habia dado, y Celinina fue cayendo, cayendo mas a cada hora, y llego a estar abatida, abrasada, luchando con indescriptibles congojas, como la mariposa que ha sido golpeada y tiembla sobre el suelo con las alas rotas. Los padres se inclinaban junto a ella con afan insensato, cual si quisieran con la sola fuerza del mirar detener aquella existencia que se iba, suspender la rapida desorganizacion humana, y con su aliento renovar el aliento de la pobre martir que se desvanecia en un suspiro.
Sonaron en la calle tambores y zambombas y alegre chasquido de panderos.
Celinina abrio los ojos, que ya parecian cerrados para siempre; miro a su padre, y con la mirada tan solo y un grave murmullo que no parecia venir ya de lenguas de este mundo, pidio a su padre lo que este no habia querido traerle. Traspasados de dolor padre y madre, quisieron enganarla, para que tuviese una alegria en aquel instante de suprema afliccion, y presentandole los pavos, le dijeron:--Mira, hija de mi alma, aqui tienes la mulita y el bueyecito.
Pero Celinina, aun acabandose, tuvo suficiente claridad en su entendimiento para ver que los pavos no eran otra cosa que pavos, y los rechazo con agraciado gesto. Despues siguio con la vista fija en sus padres, y ambas manos en la cabeza senalando sus agudos dolores. Poco a poco fue extinguiendose en ella aquel acompasado son, que es el ultimo vibrar de la vida, y al fin todo callo, como calla la maquina del reloj que se para; y la linda Celinina fue un gracioso bulto, inerte y frio como marmol, blanco y transparente como la purificada cera que arde en los altares.
Se comprende ahora el remordimiento del padre? Porque Celinina tornara a la vida, hubiera el recorrido la tierra entera para recoger todos los bueyes y todas, absolutamente todas las mulas que en ella hay. La idea de no haber satisfecho aquel inocente deseo era la espada mas aguda y fria que traspasaba su corazon. En vano con el raciocinio queria arranca.r.s.ela; pero de que servia la razon, si era tan nino entonces como la que{69-1} dormia en el ataud, y daba mas importancia a un juguete que a todas las cosas de la tierra y del cielo?
VI
En la casa se apagaron al fin los rumores de la desesperacion, como si el dolor, internandose en el alma, que es su morada propia, cerrara las puertas de los sentidos para estar mas solo y recrea.r.s.e en si mismo.
Era Noche-Buena, y si todo callaba en la triste vivienda recien visitada de la muerte, fuera, en las calles de la ciudad, y en todas las demas casas, resonaban placenteras bullangas de groseros instrumentos musicos, y voceria de chiquillos y adultos cantando la venida del Mesias. Desde la sala donde estaba la nina difunta, las piadosas mujeres que le hacian compania oyeron espantosa algazara, que al traves del pavimento del piso superior llegaba hasta ellas, conturbandolas en su pena y devoto recogimiento. Alla arriba, muchos ninos chicos, congregados con mayor numero de ninos grandes y felices papas y alborozados tios y tias, celebraban la Pascua, locos de alegria ante el mas admirable nacimiento que era dado imaginar,{70-1} y atentos al fruto de juguetes y dulces que en sus ramas llevaba un frondoso arbol con mil vistosas candilejas alumbrado.
Hubo momentos en que con el grande estrepito de arriba, parecia que retemblaba el techo de la sala, y que la pobre muerta se estremecia en su caja azul, y que las luces todas oscilaban, cual si, a su manera, quisieran dar a entender tambien que estaban algo peneques. De las tres mujeres que velaban, se retiraron dos; quedo una sola, y esta, sintiendo en su cabeza grandisimo peso, a causa sin duda del cansancio producido por tantas vigilias, toco el pecho con la barba{70-2} y se durmio.
Las luces siguieron oscilando y moviendose mucho, a pesar de que no entraba aire en la habitacion. Creeriase que invisibles alas se agitaban en el es.p.a.cio ocupado por el altar. Los encajes del vestido de Celinina se movieron tambien, y las hojas de sus flores de trapo anunciaban el paso de una brisa juguetona o de manos muy suaves. Entonces Celinina abrio los ojos.
Sus ojos negros llenaron la sala con una mirada viva y afanosa que echaron en derredor y de arriba abajo. Inmediatamente despues separo las manos sin que opusiera resistencia la cinta que las ataba, y cerrando ambos punos se froto con ellos los ojos, como es costumbre en los ninos al desperta.r.s.e. Luego se incorporo con rapido movimiento, sin esfuerzo alguno, y mirando al techo, se echo a reir; pero su risa, sensible a la vista, no podia oirse. El unico rumor que facilmente se percibio era una bullanga de alas vivamente agitadas, cual si todas las palomas del mundo estuvieran entrando y saliendo en la sala mortuoria y rozaran con sus plumas el techo y las paredes.
Celinina se puso en pie, extendio los brazos hacia arriba, y al punto le nacieron unas alitas cortas y blancas. Batiendo con ellas el aire, levanto el vuelo y desaparecio.
Todo continuaba lo mismo: las luces ardiendo, derramando en copiosos chorros la blanca cera sobre las arandelas; las imagenes en el propio sitio, sin mover brazo ni pierna ni desplegar sus austeros labios; la mujer sumida placidamente en un sueno que debia saberle a gloria;{71-1} todo seguia lo mismo, menos la caja azul, que se habia quedado vacia.
Heath's Modern Language Series: Spanish Short Stories Part 10
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